- Errante en la Sombra Torres Blancas (no sé)
- Casas y calles Inmobiliaria Diógenes
Circunstancias complejas me han llevado a frecuentar últimamente esa parte de Puente de Vallecas que va desde la M-30 hasta el estadio del Rayo Vallecano, a visitar los barrios de Numancia y San Diego en una condición que también es compleja: no diría que vaya como turista pero tampoco voy como residente. Tres o cuatro veces, las visitas han terminado en un mercado de barrio que está a la altura del estadio, 150 metros al norte, en un sitio de tan poquísimo lucimiento arquitectónico que podría contar como pintoresco. En serio: alguien más debió de intuir su encanto paradójico porque el edificio es hoy, al menos en parte, un mercado gastronómico. Como tantos otros, sólo que este, además, está tematizado de mercado anticapitalista y, por eso, los bares son cosas tales como un pub estilo jamaicanos-en-Brixton, una taberna portuaria, un tablao alternativo, un mexicano con evocaciones al EZLN...
Lo más interesante es la parroquia: aunque nunca he pasado por allí en día de partido, me hago a la idea de que los bares del mercado son un punto de encuentro para los Bukaneros, los hinchas del Rayo. Puede que esos días el paisaje cambie. En el resto de tardes, sus terrazas tienen un público 100% white spaniard (lo pongo en inglés porque escribir la traducción en español me deja mal cuerpo y el anglicismo marca distancia). Y eso es bastante llamativo en un distrito en el que el 70% de la gente que se ve parece de origen latinoamericano.
¿Qué decir de esa clientela? Que algunos de sus miembros parecen turistas del anticapitalismo y otros, verdaderos residentes. Que algunos hacen fotos de los stickers antifas y de sí mismos y otros no. Todo está bien, no pasa nada, no voy a tirar la primera piedra del día contra el turismo ni contra el anticapitalismo. No hoy, no otra vez. Sólo pido que el día que alguno de ellos escriba la historia de la gentrificación de Puente de Vallecas (aún incipiente y menos evidente que en Carabanchel), por favor, dedique un par de párrafos al dichoso mercado. Y, sobre todo, que se pregunte si no estamos todos en el juego de la gentrificación.
Dejo dos apuntes no madrileños para terminar. Uno. Leí en estas páginas una frase de ManuelCalderón, el autor de Hasta el último aliento: «La gente se queja de la gentrificación; ya quisiera yo un poco de gentrificación en el barrio de mi madre en L'Hospitalet». Y dos. En 2006 estuve en Nueva York, me alojé en la muy gentrificada Brooklyn y todo me pareció muy bien. Fue esa una época de rara despreocupación económica para mí, lo que me lleva a pensar que el problema de la gentrificación no es la autenticidad vallecana. Eso me importa relativamente. El problema es nuestra angustia como sociedad de clases medias.